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El dilema ético de los algoritmos


Los algoritmos son el tema del momento. Estos extraños códigos me llevaron a encontrar a Karté cuando busqué una agencia digital a través de internet.

Estos algoritmos me dirigieron como un

mapa al barco donde navegan Ruperto, Pablo y Anuhar; por eso me pareció interesante colaborar con este tema, en este espacio, con este equipo, porqué, curiosamente, fue lo que nos acercó y nos permite solucionar algunos de los dilemas de negocios, usuarios, pero sobre todo, del mundo digital.

El gran secreto de nuestra época.

¿Cómo funcionan los algoritmos? Quizá esta sea la respuesta mejor guardada por los gigantes tecnológicos, el equivalente del XXI a la fórmula de la Coca-Cola. Empresas como Google o Facebook, mantienen bajo varios candados cualquier información que pueda llevar a un usuario a descifrar totalmente estos códigos, códigos que destacan por su complejidad y que han significado ganancias multimillonarias para las empresas de Sillicon Valley, pero que además de todo, nos han hecho replantear dilemas sobre privacidad y las nuevas fronteras de lo publico y lo privado.

Pero, ¿qué es un algoritmo? ¿qué hace? ¿qué busca?

Brevemente, los algoritmos son un montón de reglas escritas para resolver un problema. Los algoritmos existen en muchas ciencias y disciplinas como las matemáticas, la lógica y la computación, pero fue esta última, donde se logró explotar sus fronteras a través de la informática.

Básicamente, gracias a los algoritmos se pueden ordenar las formas en las que un programa o software resolverá un problema; son una especie de manuales automáticos que ayudan a los sistemas de nuestros smartphones y pcs a resolver determinados problemas.

Los algoritmos pueden estar escritos en diferentes lenguajes y existen en diferentes niveles, pero todos realizan labores con un determinado grado de importancia; así es como una aplicación o un programa funciona correctamente.

Ahora, ¿qué tiene esto que ver con Facebook o Google? Pensemos en la misión de estos gigantes tecnológicos; su principal problema consiste en entregarte contenido relacionado con tus intereses; Google sobre demanda (VOD) y Facebook en libre transmisión (OTT), ambos buscan darte algo que te puede interesar o quieres encontrar, información que vale oro para algunas personas, sobre todo para aquellas que te pueden ofrecer algo que les haga ganar dinero.

Esta oportunidad de negocio es la que ha llevado a Facebook y Google a intentar adivinar a toda costa que le gusta y que no le gusta a su usuario, en ocasiones forzando contenido, sugestionando y creando perfiles psicológicos a discreción luego de una recopilación, análisis e interpretación de información personal y acciones digitales.

¿Y esto qué tiene que ver con los algoritmos? Bueno, esta información personal es triangulada con diferentes órdenes que se filtran entre los perfiles y las interacciones que realiza cada usuario. Esto quiere decir que, mientras un algoritmo se encarga de recopilar el contenido con el que interactuás o muestras interés, otro se encarga de perfilarte a grupos específicos y otro más, de mostrarte imágenes o videos con los que coinciden el resto de los usuarios de estos grupos.

Es una técnica infalible, casi perfecta; conociendo las edades, ubicaciones, intereses e interacciones de alguien, se puede crear un perfil que pueda «predecir» ciertos acontecimientos, necesidades o intereses.

No obstante, existe un problema, la información proporcionada puede ser fácilmente manipulable. Es una situación pequeña, pero que es capaz hacer tambalear los cimientos del big data y le ha dado fortaleza al think data para entender y analizar mejor a las comunidades digitales. Sea cual sea el motivo, algo es cierto; las empresas tecnológicas y digitales, a través de estos algoritmos, buscan analizar hasta grados cuestionables al usuario, colocando elementos premeditadamente para controlar y crear un consumo constante, empujando a sus usuarios a un comportamiento predispuesto a sus propios intereses.

Básicamente, los algoritmos de Facebook y Google intentan predecir el presente y el futuro de su usuario interpretando sus acciones y preferencias para darle todo lo que a su criterio, necesitan o necesitarán pronto.


Un arma de doble filo

Pero ¿esto está mal? Realmente, esto varía según la perspectiva que se le quiera dar, sin embargo, todo parece indicar que mucho más aspectos preocupantes. Por ejemplo, conocer tanto de un usuario puede ser una herramienta poderosa, puede servir para prevenir o castigar, para educar o hipnotizar, para amenazar o liberar. Una herramienta que en el mejor de los casos, les ha servido a las empresas para lucrar.

¿Por qué y cómo? Es simple, los gigantes digitales se han dedicado a segmentar intereses y crear herramientas que permiten configurar perfiles específicos para, entre cosas, beneficiar a sus anunciantes.

Bajo un esquema de plataformas gratuitas, empresas como Facebook otorgan a diversos anunciantes, información específica de sus seguidores para que estos puedan crear un perfil de usuario que les ayudará a mejorar sus mensajes, sus videos, sus comunicados y su presentación en general.

Este sistema es presentado a los anunciantes como una plataforma 100% gratuita, pero lo cierto es que el sistema monetario termina siendo el más determinante cuando se trata de conseguir rendimiento en la plataforma. Con el uso del esquema de subastas, la mejor oferta siempre se va para el mejor postor.

Es verdad que algunos gigantes tecnológicos han colocado ciertos «filtros» para evitar que exista un mínimo de calidad en aquellos anuncios que llegan al top de los buscadores o que aparecen más veces en muro de una red social; sin embargo, cuando se trata de estimaciones, todas las plataformas incrementan sus rangos mientras más incrementas la inversión.

En esta perspectiva, no solo debe preocuparnos el rol que tienen los algoritmos en la privacidad del usuario promedio, sino también la gran desventaja que el pequeño inversor o la pequeña empresa, tienen frente a los gigantes tecnológicos, ya que solo estos poseen un margen de inversión tan grande mayor, que son capaces de acaparar gran parte de las visualizaciones por hora cuando lo necesitan, siendo al final, los únicos que pueden explotar a totalidad los algoritmos de las plataformas.

El mundo digital y el uso de algoritmos abrieron la puerta a un mundo que todavía estamos por descubrir, tanto el ámbito social, como en el empresarial. Ojalá que todos estos escenarios se alejen de esta de distopia digital orweliana que cada día se dibuja mejor a nuestro alrededor.


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